sábado, 11 de febrero de 2017

Perder la razón.


A lo lejos de esa habitación se escuchaba una música lenta, pero casualmente mi atención no estaba centrada en eso, estaba en esa mujer que con movimientos tímidos e inseguros se descubría en todo su esplendor mirándome de a ratos y de a otros bajando esos ojos negros con algo parecido a la vergüenza.. La forma en la que se quitaba cada prenda, con lentitud y timidez, eran la chispa que yo necesitaba para arder en las profundidades de la lujuria, era un espectáculo digno de observar, de pronto sentía su mirada quemándome, y veía esos ojos grandes, mirándome con algo parecido al amor. 
Ella presentía el efecto que en mí tenía, su timidez me cautivó desde el primer momento, junto con su falta de experiencia y esas ganas de aprender, inconscientemente, ella lograba algo; me estaba volviendo loca. 
Sin aguantar más me puse de pie, dejando el vaso en ese intento de mesa que a mi lado se encontraba. Ella parpadeó, dos o tres veces, me puse tras ella, deslizando los tirantes de su sujetador, dejando un beso en cada una de sus clavículas. La mejor recompensa fue sentir como tembló con anticipación a lo que faltaba, 
El  sujetador de algodón rosa palo, dejó de ser una molestia, desapareciendo en la pila de ropa de ambas que se cernía en una esquina de la habitación oscura. 
De un momento a esa parte, todo estaba en tal silencio que si se agudizaban los sentidos solo se escucharía una cosa, el latido de ambos corazones desenfrenados. 
Me incline desde atrás hacia ella, rozando el lóbulo de su oreja, deteniéndome con gusto al escuchar un débil gemido, lo tomé con mis dientes, reí cuando su respiración se entrecortó y a propósito jugueteé allí un poco más. Lentamente delinee la curva de su cuello con mi lengua, poniéndola de frente a mí, mi cabeza moría por ver sus expresiones faciales. Volví a hacerlo, recompensándome, tembló bajo mi tacto, enredando sus dedos en mi pelo suelto, con algo de fuerza. Era la mezcla perfecta entre atrevimiento e inocencia. 
La miré, estaba con los ojos cerrados, claramente, intentando dejarse llevar con el disfrute de mi tacto, recorrió con la mano derecha la piel desnuda de mi cadera, usando algo las uñas pero con delicadeza. 
Me acerqué a sus labios, comencé a morderlos despacio, a la espera de su permiso para profundizar el beso, ahí ella tomó la iniciativa e introdujo la lengua que batalló con la mía, dejándome sin aliento. En un rápido movimiento de sus manos, mi sujetador dejó de considerarse una molestia entre ambas.
Ahora si, claro que sí, era un juego limpio, piel contra piel, sentí sus pechos endurecidos chocar con los míos, ahí dirigí mis manos, esos círculos algo más oscuros al resto de su piel se tensaron más que antes bajo mis dedos. Con la intención de no hacer ningún tipo de ruido, profundizó el beso, ahogando sus gemidos en mi boca, queriéndola oír, dejé en paz sus labios y me dirigí a su cuello, ahí dejé una que otra succionada, que la hizo temblar, que quizás más tarde serían marcas registradas de una noche que estaba empezando. 
Haciendo acopio de toda la habilidad que los nervios me permitieron, atrapé uno de sus pezones con mi boca, con la otra sostuve sus manos que intentaban apartarme y la otra la dirigí al centro de su cuerpo, con pequeñas embestidas en sus pliegues, la sentí contraerse, dejé en paz su pecho, la miré, se mordía el labio inferior, reprimiendo sus propio ruidos de placer. 
Posé mis labios en su esternón y con ganas de torturarla, ver sus reacciones, hacerla explotar, llegué a su ombligo adornado con un arito blanco, jugué allí con sus límites y mi lengua, a fuerza de pequeñas y nada inocentes mordidas llegué a sus caderas, se tensó con un gemido, de pronto toda la relajación se esfumó, espere una confirmación para continuar, su mano tanteando mi nuca fue suficiente. 
Lentamente y casi pidiendo permiso, llegué con mi boca a su intimidad, ella junto las piernas instintivamente, la miré, estaba sonrojada, con mis manos eliminé ese triángulo de tala molesto, y besé sus muslos, se tensó, se relajó, se tensó otra vez. 
Quedé mirándola, sus cabellos color chocolate estaban pegados a su nuca con todo el sudor, mi objetivo era enloquecerla, que deje de lado su papel de nena buena, quería que deje de querer que sus gemidos no se oigan. quería descontrolarla, sacarla de sus casillas, que experimente.
Ahí dejé de mirarla y enterré mi cara entre sus piernas, mi lengua, mis manos tenían vida propia de pronto, logré que termine con sus restricciones gritando mi nombre de pronto. 




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