viernes, 31 de marzo de 2017

We're one..

Éramos uno, en ese instante nos habíamos convertido en una combinación imperfecta de muchos errores…
Después de que mis labios hubieran pronunciado eso que no me atrevía a decir, nos volvimos una sola persona, su sonrisa tímida me lo confirmó al instante, junto con su pequeño cuerpo buscando el mío. Quizás de dos personas con errores saldría algo bonito, quién sabe. La sensación desconocida que sentía en mi pecho me lo confirmaba, era algo bonito, quizá esto era estar feliz, algo que en 21 años había desconocido.

We're broken but we're one

La miré a los ojos, posé mis labios sobre su nariz, después fui tímidamente hacia sus mejillas, después volví a su boca. Soy una persona bastante fría, ese “te quiero pequeña”,  me había costado más de una noche de insomnio, pero todo era recompensado al ver su rostro sonrojado por el frío y también por la situación, los hoyuelos se habían acentuado mucho más al punto que creí que si seguía sonriendo, sus mejillas terminarían con dos enormes agujeros, no más seguiría siendo una chica preciosa. No solo por su apariencia, si no por todo. Esa mujer entre mis brazos, era única. La única a la que yo podía creer. Dice un viejo dicho que los opuestos se atraen, pero ella era mi roto para mis más de un descocido..
La tomé de la mano, yo no sabía como demostrar muchas cosas, me sentía como un adolescente inexperto que descubrió que algo le hace bien y no puede dejarlo. Mi casa, quedaba cerca de allí, por eso era que nos citábamos siempre en ese parque. Ella lo notó, la sentí temblar, un poco. No era un salvaje que iba a obligarla a nada, quería abrazarla y una gran taza de café entre mis manos, o sus manos entre las mías y el café después. Mis  pensamientos estaban dispersos como una playlist de música en aleatorio.
 Ella dudó unos segundos, pero decidida me siguió, iba tras mío, aseguro desde ahora que me encantaría llevármela de la misma manera, pero lejos de todo, de mis problemas de sus inseguridades, a un páramo desconocido donde solo estemos nosotros. Pero solo podía llevarla a un lugar que se le parezca mi habitación, ahí nadie nos iba a molestar. Era mi lugar en el mundo, pero ese sentido de pertenencia y propiedad privada, se acrecentaría con ella ahí conmigo.




jueves, 30 de marzo de 2017

Broken, but togheter.



Esos ojos, esos que me miraron desde el primer día como si fuera el ancla que lo sostenía al mundo, como si mi pequeño e insignificante cuerpo lo tuviera ahí, con los pies en la tierra.
Esos ojos color metal, que en ese momento, en plena tarde de otoño, donde el frío abundaba y era el único testigo de todo, junto con las bancas totalmente rotas, y el pasto casi anaranjado que evidenciaba una sequedad total del ambiente, me miraban haciéndome temblar de arriba abajo.
Sus manos, sosteniéndome habían cambiado de lugar, de mi nuca, estaban ahora en mi cintura, las mías habían rodeado su cuello, era él quién era mi ancla, como siempre el me sostenía a mí.
Intenté decirle algo, lo notó, no me dejó, en una fracción de segundo posó sus labios en los míos, sacando todo lo malo de mi cabeza y dejándome en una sensación de flotar, sus manos me estrecharon más a él, como si quisiera que seamos uno, que nos fundamos entre nosotros, convirtiéndonos en una combinación totalmente imperfecta..
El beso cambió de ángulo, no sé que me asustó más, si mi corazón sonando en mis oídos o el suyo latiendo vibrante contra mi pecho. Nos separamos, solo por la necesidad humana de respirar, solo por eso, podría haber estado ahí sintiendo su corazón combinar con el mío para siempre, seguimos ahí, sus brazos se sentían duros y determinados contra mi cintura, los míos, eran un flan enredados en su cuello. Pero de ahí no se iban.
El seguía mirándome, quise mirar para un futuro, me pregunté si pasando el tiempo, seguiría esa mirada siendo para mí. Aparté la idea en un momento, no quise pensar en futuro. Solo quise pensar en como se sentían sus brazos alrededor de mi cuerpo, como se sentía esa mirada cargada de emociones, pero por sobretodo de amor, quise pensar en eso.

Mis brazos volvieron a cobrar sentido, lo agarré un poco más fuerte, escondí mi rostro en su cuello, justo donde terminaba mi altura, ahí planté un beso, con demasiada inocencia, lo sentí sonreír, me acurruqué más a él, con toda la intención de sentirlo más y protegerme del frío. Él seguía sin soltarme y sin decir nada, se río, fuerte, su mini carcajada me estremeció hasta la punta del dedo del pie, sentí su boca en mi oído dejando un beso en mi lóbulo, me dijo suavemente: “Te quiero pequeña, como si fuera la primera vez que lo hago”.

sábado, 18 de marzo de 2017

Ghost.

La miré a los ojos, esos ojos tan negros como una galaxia. Esos ojos, impresionantes que me hacían viajar a cualquier lugar del mundo, esos que me habían salvado de mí más de una vez. 
Hablaba y hablaba, divagaba y divagaba, no me importaba. Sus manos, en las mías, su sonrisa dedicada a mí, eso era lo importante.
Pero sí, estaba loca, joder. Estaba muy loca, pero no me importaba, esa locura, era preciosa y era mía.
Sentí su voz decaer, miré esos ojos que se habían empañado de pronto, con una mezcla de dolor, de amor, de algo raro. Esa particular forma de ser que tenía, la hacía pasar de reír y planear, a llorar y gritarme. Como me había gustado eso de ella. Me cautivó desde el primer instante.
Miré a mi alrededor, ese parque, esa banqueta, ese lugar donde nos habíamos conocido, donde la besé por primera vez, donde le quité ese libro por el que me ignoraba. Ese parque que era nuestro único testigo. Seguía ahí, ella estaba callada, con los ojos negros cuasi grises por lo aguados, me miró, el parque desierto, el vapor escapando por mi boca, quedándose en la de ella… Me miró fijamente, con esa mirada que yo tanto conocía, quedose ahí sin hablarme con la boca, pero intentando hacerlo con los ojos.
La miré alentándola a decirme, ya la intriga me estaba molestando, pero quería saber.
Se acercó a mi oído, apoyándome la mano izquierda en la mejilla, como siempre hizo cuando quería decirme algo al oído, se quedó ahí, disfruté la sensación de su mano pequeña y suave, en mi mejilla, la disfruté como si fuera la última vez que pasase.

Ahí, quise sentir su aliento en mi cuello, pero no lo logré, solo escuché un “me tenés que olvidar”, y segundos después de que posara mi mano en su cintura, su presencia se vaporizó entre mis brazos.

domingo, 12 de marzo de 2017

She's broken.

Me gusta ese desorden que causa en mí, ese constante frenesí en el que queda mi corazón con cada cosa que ella hace, es estimulante, la sensación desconocida de sentir.
Pero ella esta rota, esa tarde me citó en el parque, estaba frío, me senté en una de esas banquetas que ahí se encontraban, medio destartaladas, ahí la espere.
Un cigarro tras otro, se consumía ausente entre mis dedos, hasta que la vi, venía abrigada, con la nariz roja, esa nariz que besé miles de veces al abrazarla, el cigarrillo entre sus dedos, sus pasos lentos; para mí avecinaban lo peor. Ella me citó, para dejarme.
La vi, nuestras miradas se cruzaron, el gris de mis ojos enfrentó con dulzura, casi desconocida en mí, el marrón chocolate de los suyos, ella bajó la mirada, algo así, como ¿avergonzada? Volvió a mirar sus zapatillas, y a darle una calada al cigarrillo el cuál tiró después.
Me acerqué a ella, eliminé esos metros que nos separaban, su labio inferior tembló, sus ojos marrones se llenaron de lágrimas, con mis dedos delineé la línea de su mandibula, sentí como tembló bajo mi tacto, hice acopio de todas mis fuerzas para no temblar también. La miré fijamente, no necesité palabras para preguntarle nada. Ella tampoco las dijo, la abrace, agarrando su nuca con mis manos. “Dos partes rotas no encajan”, me había dicho una vez y recordé esa charla, esa voz quebrada al decirlo, aún estando los dos juntos, solo abrigados por los abrazos y siendo cómplices de las estrellas.
Ella no entendía algo, sí, claro estábamos rotos, rotísimos, en pedazos. Pero juntos éramos uno, uno solo siempre.
Pero si ella quería sentirse completa, me rompería mil veces para que ella tenga las piezas que no pudo arreglar, no lo dudaría, éramos uno. Y ella sabía eso. Por eso dudaba de todo, porque quizá no me quería lo suficiente.
No necesitaba arreglar mis piezas rotas si ella estaba ahí conmigo, ella era todo lo que quería, su felicidad estaba en el primer puesto de las cosas que yo quería conseguir, quería que sea feliz. Moriría y mataría por su felicidad, sin pestañear un segundo, sin ninguna duda.

Y ahí comprendí algo que quizá me costaba admitirme, ahí comprendí que la quería, así en mis brazos para siempre.

lunes, 6 de marzo de 2017

We're broken, because I broke first.

 Lo vi, ahí sentado, con la mirada perdida y el cigarrillo entre el dedo índice y el del medio, expulsaba lentamente el humo por su nariz, sin mirar nada más que las puntas de sus botas militares, se me llenó el corazón de ganas de ir y abrazarlo, pero no, no ese día.
Broken dreams,

Ese día el me esperaba para algo más, para escuchar de mi propia boca, la verdad que había callado por largos meses. Que yo no lo podía querer. Dos partes rotas, no encajan. Y yo no estaba en posición de romperme para ser sus pedazos faltantes. Y eran tantos, tantos.
Caminé, con lentitud, como si mis piernas tuvieran grilletes en vez de zapatos, el cigarrillo en mis dedos, se consumía en el día frío que azotaba a ese parque.
Me arrepentí de haberlo citado en el instante en que él me miró, sus ojos negros, grisáceos, que siempre tenían un color diferente, se posaron en mí, mirándome con tanto amor, que hizo temblar todas mis extremidades, en ese momento.

Sonrió a medias, mirándome todavía. Yo intenté sonreír en vano, porque mi labio inferior tembló, dándole lugar a las lágrimas. Él se acercó a mí, con los dedos delineó la línea de mi mandíbula, temblé bajo su tacto, con su pulgar recogió las lágrimas que brotaron de pronto. Y me miró, fijamente. Con sus ojos me preguntó todo, pero yo no logré contestarle nada. Iba a desmoronarme bajo su tacto si lo hacía, no lo hice, claro. Preferí la quemazón de sus manos en mi nuca, haciéndome sentir todo a cambio de mi propio bienestar mental, quise eso a pesar de todo, sin importarme absolutamente nada. En ese momento no dije nada, no pude, no quise, mi bienestar emocional importó un carajo, ahí solo lo quise a él, lo quise para siempre.  

miércoles, 1 de marzo de 2017

Flashbacks.

El diecisiete de septiembre de 2014 me desperté sintiéndome demasiado diferente, pero en el mal sentido. Lo sentí al abrir los ojos, un frío horrible se había instalado en mí, congelando todo a su paso.
En el instante que saqué las colchas de mi cuerpo y apoyé los pies descalzos en el suelo, sentí como si todo se hubiera muerto, como si un dementor hubiera venido y me hubiera succionado el alma.
No supe que carajo hacer, me quedé ahí, con la sensación pegada de no sentir absolutamente nada.
Lo que se me ocurrió en ese instante fue caminar al espejo que adornaba mi placard, a ver qué había cambiado en mí. Me miré era la misma persona, ni un cambio, ni una alteración, nada. Solo yo, la misma chica de 19 años que tiene el pelo hasta los hombros, unos cuantos lunares en el cuello, unos cuantos tatuajes,  por fuera era ella. El tema era el dentro.
Apenas pisé el pasillo lo sentí, era como si solo fuese un cuerpo y ya nada existiera, vi de lejos a mi mamá junto con mi hermanita, se secaban las lágrimas del rostro como si se hubiera muerto alguien o algo, mi mamá tenía la mirada perdida y mi hermanita estaba haciendo un dibujo con mi nombre, no entendí absolutamente nada.
Entré a la cocina, mi mamá seguía ahí con la taza de café entre las manos y las lágrimas que le caían y ya ni se las apartaba.
Pareciera que no me habían escuchado o algo, porque no respondían a mi saludo, ni tampoco cuando le pedí a mamá un café de los que ella sabe hacer.
Me senté en la mesa de desayuno, nadie dijo nada, mi hermanita seguía con el dibujo, mi mamá sin hablar, ni parpadear, ni nada.
Sentí la voz suave de mi hermanita preguntar: “¿Cuándo vuelve mi hermana mamá?” A mi mamá le salió un sollozo de los peores que escuché en mi vida, y se levantó dejando la taza ahí, a medio terminar. La seguí como pude, acongojada por no entender absolutamente nada, entre a su habitación, siempre pensé cuando era chiquita que esto era el palacio, todo ordenadito, sus maquillajes, sus perfumes, su bijouterie, siempre quise algo así para mí de chiquita.
La vi sentarse en la cama, tomó la foto enmarcada de mi fiesta de egresados, pegándosela al pecho comenzó a llorar sin descanso, repitiendo, “¿qué hice mal?”, “¿Por qué a mí?”, sentí a mi hermanita correr desde la cocina y subir a la cama de mi mamá, ahí, se acostó al lado de ella, abrazándola, y en ese momento recordé que el 15 de septiembre yo había hecho algo, flashbacks de mis jueguitos con alcohol, drogas, hombres, mujeres y  gilletes vinieron a mí como un tsunami.

¿Estoy muerta?, la puta madre. 

lunes, 27 de febrero de 2017

No seas como tantos escritores,
No seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo bostezan hasta dormirse con esa gente.

jueves, 23 de febrero de 2017

Cronista de mi propio crimen. (Psicothriller)

<<Es arriesgado>> dijo esa parte de él que todavía no se había enloquecido por completo al verla caminando con tanta paz, <<Es lo correcto >> Le avisó la voz que más escuchaba, <<No llegues tan lejos, no de nuevo>> Le dijo esa voz de matices dulces que reconoció al instante, y entonces siguió tras ella, quién lo había notado y se daba vuelta a cada momento, cuasi rogando que ese hombre de mirada perdida no este ahí más. Pero el aceleraba, aceleraba el paso, acercándose a ella con una precisión casi enferma. ¡No toleraría que ella lo mirase con miedo otra vez! Muy dentro de él, había una loca satisfacción al sentirse en esa especie de caza, el miedo de su presa lo hacia sentirse superior. Ella sabía que él era superior y que la iba a encontrar, ni importaba cuánto ni a donde corriera, iba a ser como hoy, pensó en voz alta el cazador.
Nadie lo dejaba, nadie. Ella se detuvo en la puerta de una casa, el unos metros antes, era lo único que él veía en ese intento de paisaje, la veía ahí, con las manos en los bolsillos del saquito de hilo, mirando hacia abajo, como intentando ocultarse. Inútil intento, de él no se podía esconder. Nadie salía de la casa, era obvio, estuvo ahí parada, respirando agitadamente, mirando sin mirar hacia donde estaba él.
<<La oveja se quedó con el lobo>> Le avisó esa voz que tanta atención quería, y avanzó sin ocultarse, dando zancadas muy largas, ella reaccionó tarde e intentó correr, la mano callosa de él la tomó del antebrazo, haciendo que trastabille, ella lo miró desde su baja altura, los ojos llenos de terror se enfrentaron a esa sonrisa macabra que rozaba la locura absoluta.
Esa mujer quiso avanzar un poco, todavía con el agarre de él firme en su brazo, él la hizo avanzar, no pudo oponer resistencia. Notó a donde la llevaba, esa costanera del río la hizo sentir el frío de su propio fin, comenzó a retorcerse, sin importarle el dolor que el firme agarre le infringia, gritó, el carcajeo, disfrutando de su terror. Lo que no sabía, era que sin importar cuánto escándalo haga nadie la ayudaría.
Ese loco, la tiró cual costal en sus hombros, ella siguió retorciéndose, gritando, golpeandole la espalda, esos golpes con todas las fuerzas que para él eran cariños.
Las voces llenaron su cabeza,  de ordenes, voces que le pedían que la calle nada más. Obedeció, la dio vuelta y ahí sobre el pasto seco de un verano igual de seco, la arrojó brutalmente, un gemido angustiado de dolor y miedo, salió de la garganta de ella. Los ojos negros de ella, se cristalizaron, se quedó ahí, solo temblando y mirándolo con un terror. Tanto que se palpaba en el aire de esa noche de febrero.
El desde su postura, la miró del bolsillo de su camisa mangas cortas, sacó el atado de cigarrillos, se lo acercó a ella, quién negó con la cabeza.
Una pitada, dos pitadas, cinco pitadas después, ese hombre se tomó las sienes, apretándolas como si quisiera hacerlas explotar, con demasiada fuerza, gritando de rodillas cosas que para ella quizás no significaban nada.
<<No me obliguen, todavía no, por favor, todavia no, le falta, falta>> Decía ese hombre con todas sus ganas de callar algo que para ella era inexistente. 
Decididamente ella quiso tomar la peor decisión de todas, comenzó a intentar arrastrarse en el pasto con el objetivo de escaparse de él, y desgraciadamente el lo notó, con rapidez la agarró de la zapatilla y la arrastró de nuevo hacia el, ella gritó. Por un segundo no vi que hizo, solo sentí un grito, el tipo ese habló, demencialmente le dijo: "Vos me traicionaste".
Ella negaba y negaba con la cabeza admito que una parte de mí quería hacer algo, pero era como si mis manos y pies estuviesen atados y solo estuviera ahí para memorizar cada momento, memorizar lo que ocurría segundo a segundo.
Las lágrimas corrían por las mejillas de esa mujer anónima, el sacó otro cigarrillo, lo prendió dio una pitada lenta, se lo acercó, ella negó con la cabeza, enloqueciendo esa mente débil, se lo acercó una vez más, negó otra vez. Llorando, temblando, siendo un amasijo de mocos y lágrimas, se enfureció, agarró el cigarrillo, y con furia se lo apagó en la mejilla.
Tembló más y más, agarrándose temblorosa la mejilla quemada.
En un arrebato de fuerzas, ella le dio un cachetazo, otro error en ese juego de supervivencia que por lo que se veía estaba perdiendo.
La empujó, dejándola acostada en el piso, como emulando a un animal, rasgo la remera blanca de la muchacha. De la garganta de ella se escapó un terrible: ¡No, no, no por favor!
Se lamió los labios al verla en sujetador, cosa que también desapareció, a los momentos. Sacó otro cigarrillo, se le acercó más, apoyó el cigarrillo en sus pechos, haciendo que se retuerza pidiendo más auxilio que antes. Toda esa bola de miedo que era ella, lo volvía loco, lo ponía nervioso, y lo enloquecía más y más.
Ahí consiguió ella, hacerle un pequeño rasguño en la mejilla izquierda. El la dobló en fuerza y su rostro dio un giro casi sobrenatural, ella se calló.
Consumido por su propia insignificancia e ira, la dio vuelta dejando la mejilla magullada en el pasto, le dijo al oído que era la hora, que ella era la indicada o la elegida, al final no importaba la semántica.
Se arrodilló, teniéndola a ella en medio de sus piernas. Ella lloraba y lloraba, con una mano él le bajó el pantalón, con la otra le sostuvo las manos, ella gritó y gritó por auxilio y ayuda, que jamás llegarían.
Se sentía en el ambiente el correr del agua del río, que lejos de tranquilizar a alguien hacía a todos conscientes de la propia soledad. 
La aplastó con su cuerpo, entre embestidas desgarradoras, ella gritó, ese grito era la expresión de dolor más horrible que alguien pueda escuchar. Le tapó la boca con fuerza gritándole <<Acá solo hablo yo, ¿entendes? >> Volvió a embestir con todas sus fuerzas, mezcladas de locura y ansias de poder, pero ella no lloraba, no gritaba ni temblaba.
El lo notó, yo lo noté, salió de dentro de ella. La miró con atención, yo la miré, esos ojos negros tenían atrapados el fantasma de una última lágrima.
<<A mi nadie me ignora>> Le gritó a ese cuerpo inerte, ver su obra lo hizo perderse de nuevo, enloquecerse a un 100%.
De su camisa, sacó esas navajas chiquititas pero filosas que tenían todo, y arremetió contra ese cuerpo que ya no sentía nada. Ese cuerpo al que le quitó la posibilidad de sentir.
Descargaba su furia ciega, no sé cuantas veces clavó esa cosa, me perdí en la octava.
Y en ese momento ese hombre se miró las manos,  por inercia yo también lo hice, mis manos eran un amasijo de sangre y tierra, miré lo que había abajo mío, la supuesta extraña a la que no ayudé.
En ese momento descubrí que ese hombre no existía, ese hombre al que observe esta noche era yo. 

sábado, 18 de febrero de 2017



 Estaba loca, joder, tenía una locura preciosa. 

¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? 

sábado, 11 de febrero de 2017

Perder la razón.


A lo lejos de esa habitación se escuchaba una música lenta, pero casualmente mi atención no estaba centrada en eso, estaba en esa mujer que con movimientos tímidos e inseguros se descubría en todo su esplendor mirándome de a ratos y de a otros bajando esos ojos negros con algo parecido a la vergüenza.. La forma en la que se quitaba cada prenda, con lentitud y timidez, eran la chispa que yo necesitaba para arder en las profundidades de la lujuria, era un espectáculo digno de observar, de pronto sentía su mirada quemándome, y veía esos ojos grandes, mirándome con algo parecido al amor. 
Ella presentía el efecto que en mí tenía, su timidez me cautivó desde el primer momento, junto con su falta de experiencia y esas ganas de aprender, inconscientemente, ella lograba algo; me estaba volviendo loca. 
Sin aguantar más me puse de pie, dejando el vaso en ese intento de mesa que a mi lado se encontraba. Ella parpadeó, dos o tres veces, me puse tras ella, deslizando los tirantes de su sujetador, dejando un beso en cada una de sus clavículas. La mejor recompensa fue sentir como tembló con anticipación a lo que faltaba, 
El  sujetador de algodón rosa palo, dejó de ser una molestia, desapareciendo en la pila de ropa de ambas que se cernía en una esquina de la habitación oscura. 
De un momento a esa parte, todo estaba en tal silencio que si se agudizaban los sentidos solo se escucharía una cosa, el latido de ambos corazones desenfrenados. 
Me incline desde atrás hacia ella, rozando el lóbulo de su oreja, deteniéndome con gusto al escuchar un débil gemido, lo tomé con mis dientes, reí cuando su respiración se entrecortó y a propósito jugueteé allí un poco más. Lentamente delinee la curva de su cuello con mi lengua, poniéndola de frente a mí, mi cabeza moría por ver sus expresiones faciales. Volví a hacerlo, recompensándome, tembló bajo mi tacto, enredando sus dedos en mi pelo suelto, con algo de fuerza. Era la mezcla perfecta entre atrevimiento e inocencia. 
La miré, estaba con los ojos cerrados, claramente, intentando dejarse llevar con el disfrute de mi tacto, recorrió con la mano derecha la piel desnuda de mi cadera, usando algo las uñas pero con delicadeza. 
Me acerqué a sus labios, comencé a morderlos despacio, a la espera de su permiso para profundizar el beso, ahí ella tomó la iniciativa e introdujo la lengua que batalló con la mía, dejándome sin aliento. En un rápido movimiento de sus manos, mi sujetador dejó de considerarse una molestia entre ambas.
Ahora si, claro que sí, era un juego limpio, piel contra piel, sentí sus pechos endurecidos chocar con los míos, ahí dirigí mis manos, esos círculos algo más oscuros al resto de su piel se tensaron más que antes bajo mis dedos. Con la intención de no hacer ningún tipo de ruido, profundizó el beso, ahogando sus gemidos en mi boca, queriéndola oír, dejé en paz sus labios y me dirigí a su cuello, ahí dejé una que otra succionada, que la hizo temblar, que quizás más tarde serían marcas registradas de una noche que estaba empezando. 
Haciendo acopio de toda la habilidad que los nervios me permitieron, atrapé uno de sus pezones con mi boca, con la otra sostuve sus manos que intentaban apartarme y la otra la dirigí al centro de su cuerpo, con pequeñas embestidas en sus pliegues, la sentí contraerse, dejé en paz su pecho, la miré, se mordía el labio inferior, reprimiendo sus propio ruidos de placer. 
Posé mis labios en su esternón y con ganas de torturarla, ver sus reacciones, hacerla explotar, llegué a su ombligo adornado con un arito blanco, jugué allí con sus límites y mi lengua, a fuerza de pequeñas y nada inocentes mordidas llegué a sus caderas, se tensó con un gemido, de pronto toda la relajación se esfumó, espere una confirmación para continuar, su mano tanteando mi nuca fue suficiente. 
Lentamente y casi pidiendo permiso, llegué con mi boca a su intimidad, ella junto las piernas instintivamente, la miré, estaba sonrojada, con mis manos eliminé ese triángulo de tala molesto, y besé sus muslos, se tensó, se relajó, se tensó otra vez. 
Quedé mirándola, sus cabellos color chocolate estaban pegados a su nuca con todo el sudor, mi objetivo era enloquecerla, que deje de lado su papel de nena buena, quería que deje de querer que sus gemidos no se oigan. quería descontrolarla, sacarla de sus casillas, que experimente.
Ahí dejé de mirarla y enterré mi cara entre sus piernas, mi lengua, mis manos tenían vida propia de pronto, logré que termine con sus restricciones gritando mi nombre de pronto.